jueves, 2 de abril de 2009

Reflexión Primera: El Anhelo

Sé que en mí misma está el “secreto”. Hay una inteligencia en cada ser vivo que regula sus funciones, que sana, que está alerta ante cualquier agresión y qué está más allá del sistema nervioso central porque también regula a este. Nuestra mente ordinaria no puede ni sospechar su existencia. Respiramos, digerimos, creamos defensas y nos defendemos, elaboramos endorfinas, hormonas, etc., y hay una explicación bioquímica, neurológica, fisiológica… que explica todos estos mecanismos. Comparo todo esto con el Big Bang, es decir, todo se sucede a partir de un punto densísimo de energía que de repente estalla y lo crea todo, pero, ¿de dónde surge ese “punto”?

Estar vivo es un misterio y un milagro. Todo lo que vive es inteligente por el simple hecho de mantenerse vivo, de respirar. Tomar contacto con esta inteligencia interna y superior no es tarea fácil, sobre todo porque ni sospechamos que existe hasta que nos damos cuenta de su existencia. Pero darse cuenta sólo es la puerta de entrada.

Darse cuenta, aspirar al “contacto” es fundamental pero también lo es estar con esa actitud todo el tiempo. Evadirse, tener la mente en mil sitios, saltando como un mono de pensamiento en pensamiento, de la televisión al videojuego de turno, o metidos hasta el cuello en la niebla “distrayente” del día a día, olvidando cuál es el objetivo. Entonces, ¿todo empieza por la disciplina? No, ¡cómo si fuera tan fácil! Tal vez todo empieza por el anhelo, por la necesidad y eso es algo que sólo surge del conocimiento. Porque es cierto que muchos sentimos un anhelo por algo que no sabemos qué es, y si no sabemos cuál es el objeto de nuestro anhelo, ¿cómo vamos a alcanzar el objetivo? Tal vez eso sea el “don” de Dios, que no es un don caprichoso pese a lo que crean muchos. Dios da su don a quien quiere, pero no es una elección aleatoria o caprichosa, y ese anhelo no nos conduce a todos por el mismo camino aunque a todos nos lleve al mismo destino, a darnos perfecta cuenta de que todo se reduce, ni más ni menos, al “ama y haz lo que quieras”. ¡Qué fácil y qué difícil!

2 comentarios:

El Hortulano dijo...

Mi más sincera bienvenida a este nuevo-viejo blog. Nuevo porque acabo de encontrarlo en la red y viejo porque, a juzgar por su primera entrada, habla de lo de siempre, lo eterno, lo que nunca cambia pero casi siempre se olvida.

Esperamos que sean muchos los viajeros que descansen en este lugar.

Abraxas dijo...

Mientras la gata amamantaba a sus cachorros podíamos verla invadida, repleta de amor, parecía también felina felicidad. Puro instinto, pensé, pero está escrito así en sus genes, que se llene de ese “estar” o “ser” y lo transmita a sus criaturas, supongo, o simplemente disfrute de ese estado de calma y bienestar beneficioso para el amamantamiento. De cualquier forma ahí estaba de nuevo el Amor vinculando esta vez a madre e hijos.
En otra ocasión le vi rondar a las parejas con la misma intención de unión, como los pájaros revoloteando en primavera y, en la misma estación, la explosión de flores, el rumor de las tormentas, el cálido sol del atardecer y el extraño olor a gusanos de seda y morera que tal vez rememore la húmeda mañana de otros tiempos de sabia niñez.
Me pareció en un tiempo cursi utilizar la palabra Amor y le ponía nombres como el Gran Vínculo o utilizaba antiguos como el demon Eros mediador entre el hombre y lo divino, hasta que me dejaron de importar las palabras que intentaran explicar el sedoso hilo que mantiene unida esta existencia. Estoy de acuerdo Ama y haz lo que quieras.